Para los fans

Para los fans

21 de febrero de 2014

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Rosefont Hill es una pequeña aldea, donde todos saben todo lo que hay que saber de todos los que viven ahí. Nada que valga la pena para las noticias suele pasar, así que puedes imaginarte el impacto que tiene el que el personal de una película venga.
Han pasado cuatro semanas desde que las noticias de su visita se supieron y la aldea sigue murmurando de emoción. Cada tienda se ha renovado, esperando conseguir nuevos clientes. El Instituto Femenino ha examinado cada planta en maceta en High Street y se aseguraron que estuviera regada, podada y pulcra hasta la perfección.  Cada una de las lámparas alineadas en la avenida principal ahora tiene una cesta de coloridas flores primaverales colgada a un lado. Incluso se le permitió a la escuela primaria contribuir con una manta gigante de bienvenida. El gran letrero, hecho con las pequeñas huellas de las manos de los niños, ha sido colgado orgullosamente a la entrada de High Street, asegurándose de que sea lo primero que vean nuestros visitantes. Parece que cada miembro de la comunidad ha hecho algo para preparar la aldea para los recién llegados, y su arduo trabajo ha dado frutos ya que se ve encantadora.


Tengo que admitir que a pesar de mi momentáneo escepticismo al principio, me les he unido en su emoción y me encuentro esperándolo con anticipación – especialmente ahora que todos los camiones llenos de equipo se han hecho camino en la aldea, así como unas cuantas docenas de personal. Lentamente, extraños han empezado a partes de la aldea, aunque la mayoría de ellos parecen ocupados arreglando Cavalier Hall para el inicio de la película, que aparentemente empezará cualquier día de estos.


Parece que la mayoría de los residentes de la aldea se han estado arreglando para algún evento (con la posibilidad de grandes estrellas viniendo aquí, quieren verse lo mejor posible). No estoy segura de qué esperan que pase con su cabello recién pintado y sus nuevas chamarras de Marks and Sparks, pero verse bien parece ser importante para ellos. Por ejemplo, me doy cuenta ahora, mientras la veo desde el mostrador, que incluso la señora Sleep  de Pemberton Way ha decidido usar un poco de labial que no usaba antes de que llegara el equipo de filmación. Aunque yo sigo igual que siempre – envuelta en un delantal rojo, usando grandes botas negras, jeans y un chaleco blanco. Mi rizado cabello castaño está cubierto por un pañuelo rojo con puntos con un mechón de cabello saliendo por el frente (sigo manteniendo la apariencia de los cincuenta que le encanta a Molly, simplemente soy un poco más discreta). El último toque a mi apariencia es harina por mi sesión de horneo esta mañana. Sí, siempre encantadora. El polvo blanco se pega a mi ropa y a mi piel, ya de por sí pálida, y se niega a desaparecer sin importar cuánto me limpie. Es una apariencia a la que me he acostumbrado con los años, aunque parezca un fantasma. Mi estado de calma no es porque no me importen las estrellas que llegaron – es sólo que cuidar mi apariencia es un poco complicado cuando estoy horneando y parada frente a un horno caliente la mayor parte del día. Si me molestara en ponerme maquillaje en la mañana antes de ir al trabajo, simplemente desaparecería de mis ojos castaños en los primeros minutos. ¡Sería una pérdida de tiempo!
‘Oh, Sophie,’ dice la señora Sleep mientras entrecierra los ojos y revisa el cambio en su mano. ‘¿Cuánto dijiste que era?’
‘Tres libras con cincuenta, por favor, señora Sleep.’
‘Ahh… ¿tengo esa cantidad aquí, cariño? Olvidé mis lentes.’ La señora de 84 años extiende su mano hacia mí y puedo ver que no tiene suficiente dinero para pagar la jarra de té y la rebanada de bizcocho Victoria que ya ha comido. Rápidamente volteo a ver que Molly esté ocupada en otro lado, me inclino sobre el mostrador y le susurro a la señora Sleep, ‘Le faltan 40 peniques… pero como es mi cliente favorita ¡la dejaré ir así!’
La señora Sleep se ríe como una linda colegiala a la que le cuentan un secreto, con su mano sobre su boca. Sus ojos se iluminan. Sigue sonriendo mientras toma su carrito de compras y sale de la tienda.
Saco dos monedas de 20 peniques de mi bolsillo trasero y las pongo en la caja registradora de inmediato, sabiendo que se me olvidará si lo dejo para después.
‘Terminarás en quiebra si sigues regalando dinero así.’
La profunda voz del extraño me asusta. Levanto la mirada para ver a un hombre de mi edad, viéndome con una sonrisa en su rostro… No vemos muchos hombres en el salón de té, somos demasiados florales y cursis para que lo soporten así que usualmente prefieren la cafetería al final de la calle, así que la llegada de este hombre (y bastante atractivo), hace que mi corazón se detenga momentáneamente y mis mejillas se enrojecen por la sorpresa. Es muy atractivo, con cabello marrón peinado en un copete, un bronceado saludable y ojos marrones oscuros que brillan cuando sonríe.
‘Lo siento, no lo vi allí…’ me las ingenio para decir, cerrando lentamente mi mandíbula y obligándome a no convertirme en la vieja y socialmente inadaptada yo. Ha pasado mucho desde que era aquella pequeña niña que temblaba con la atención de otros, pero creo que gran parte de eso ha desaparecido en la seguridad de estas cuatro paredes y el cuidado y tiempo que Molly me ha dado. Aunque de vez en cuando, especialmente cuando me sorprenden, tengo que usar cada gramo de control que poseo para calmarme. Por supuesto, con este extraño aquí que sucede ser hermoso, no tengo otra opción más que mis mejillas sigan sonrojadas.
‘Está bien, estabas ocupada… con tu favorita,’ dice con una pequeña sonrisa. ‘No te preocupes, ya revisé mis bolsillos y definitivamente traigo suficiente dinero.’
‘Me alegra escucharlo… solo puedo permitirme tener un favorito al día.’
En ese momento el extraño inclina su cabeza hacia atrás y deja salir una gran carcajada. Es algo inquietante ya que estoy segura que no dije nada lo suficientemente gracioso para obtener tal reacción. Siento que mis mejillas se enrojecen más.
Como si la repentina risa lo hubiera impresionado incluso a él, se vuelve intranquilo mientras toma un menú del mostrador y esconde su rostro con él mientras lo lee. Retiro la mirada y le doy unos momentos antes de preguntar, ‘¿Qué puedo ofrecerte?’
‘Tomaré una jarra de café y un pedazo de pastel de limón, por favor,’ dice, con menos confianza que antes.
‘¿Lo quieres para llevar o para comer aquí?’
Mira la habitación. Solo hay unos pocos clientes en la tienda y todos están leyendo en silencio o platicando.
‘Para comer aquí, por favor,’
‘Genial, toma el asiento que más te guste y te lo llevaré.’
‘Gracias.’
Veo como se aleja del mostrador con una mano en el bolsillo trasero de sus jeans deslavados. Medita en dónde sentarse antes de escoger la mesa en la esquina, lejos de la ventana. Mientras empiezo a hacer su jarra de café, Molly aparece a mi lado.
‘¡Cuéntame todo!’
‘¿A qué te refieres?’ le pregunto, aún nervioso por el nuevo cliente.
‘¿Quién es él?’
‘¡No tengo idea!’
‘¿De dónde vino?’
‘En serio Mol, no tengo idea. Nunca antes lo había visto.’
‘¿En serio? Se me hace un poco conocido. No es el nieto de los Williams ¿o sí?’
‘Quizá, pero no lo creo. ¿No estaba en el ejército? ¿Y no era pelirrojo? Aunque creo que sí lo he visto antes por aquí…’
‘Debe de estar relacionado con la filmación. Sólo velo,’ dice, viendo rápidamente sobre su hombro. ‘¡Oh, si fuera 10 años más joven!’
‘¿Sólo 10? ¡Prueba con 40!’ bromeo.
‘Tú, pequeña... Podría enseñarle una o –‘
‘¿Disculpen?’
Las dos dejamos de hablar de inmediato y nos damos la vuelta para encontrarnos al atractivo extraño parado de nuevo en el mostrador. Inseguras de qué ha oído nos paramos en silencio por unos segundos, algo sobresaltadas.
‘Lo siento cariño, ¿te puedo ayudar?’ dice Molly, saltando en acción y regresando a ser la dulce y amable dama que es, dejando el gracioso acto de conquista.
‘Me di cuenta de que tengo más hambre de la que pensé,’ dice mientras se frota el estómago infantilmente. ‘¿Podría pedir también un sándwich de jamón y pepinillos?’
‘Claro. Te lo llevaré cuando esté listo.’
‘Gracias.’
Mientras regresa a su asiento, Molly se voltea hacia mí y pretende desmallarse, causando que ahogue una risa que me hace bufar, para mi desgracia.
Un poco después, cuando Molly ha salido para comprar algunas cosas en Budgens, la señorita Peggy Brown me hace señas para que m acerque a ella. Me he dado cuenta que la señora de 75 años ha estado viendo al recién llegado por algún tiempo, con el ceño fruncido en su preocupado rostro.
‘¿Sabes quién es él, querida?’ pregunta mientras señala con la cabeza al extraño.
‘Ni la menor idea, me temo.’
‘Hmm… No estoy segura de que esté cuerdo.’
Una cosa que me encanta de las señoras mayores en la tienda y la aldea es su honestidad. No se van por las ramas, simplemente dicen lo que está en sus mentes. Es una cualidad que terminado por admirar, aunque eso signifique que constantemente digan que los les gusta mi nuevo corte de cabello, o el color del mismo, o los jeans que uso.
‘¿Qué le hace pensar eso, señora Brown?’ pregunto, suprimiendo una sonrisa.
‘Ha estado viendo la misma página la última hora y constantemente está hablando consigo mismo.’ Como para respaldar la locura de sus actos, abre mucho los ojos y agrega, ‘¡Hablar con uno mismo es la primera señal de locura, querida!’
Sigo su vista y veo cómo el hombre lee, luego tapa la hoja y habla consigo mismo – a veces con los ojos cerrados y otras viendo el techo. Continuamente golpea el tacón de uno de sus Converse morados contra la pata de sus silla. Su rostro está animado y con vida, como si estuviera conversando, o metido en una conversación. Nunca he visto nada así - ¡con razón la señora Brown ha estado frunciendo el ceño por él!
‘¡Puede que tengas que ir a ver si está bien!’ agrega.
‘¿Yo?’ pregunto, con mi voz un par de octavas más alta que antes.
‘¿Enviarías a una pequeña y vieja dama como yo a que vaya a hablar con un lunático, querida? Lo vigilaré desde aquí y gritaré si te ataca de pronto. Cuando esté lista, también quiero otro té, por favor,’ dice asintiendo la cabeza, me guiña el ojo y me da un firme empujón en la dirección del extraño.
Mientras camino vacilantemente hacia él, sus ojos están cerrados fuertemente, sus brazos y piernas cruzadas, y golpea sus dedos contra su frente con frustración.
‘Disculpe,’ empiezo.
Se detiene y me mira con una mezcla de confusión por mi interrupción y frustración por lo que sea que estuviera haciendo, el ceño aún fruncido. Ahora que tengo su atención, me invaden los nervios y estoy tentada a correr hacia mi paraíso seguro detrás del mostrador. Miro por encima de mi hombro y veo que la señora Brown me mira con los ojos muy abiertos, animándome a seguir. Puedo sentir que mis mejillas se sonrojan de nuevo y tengo que mirar al suelo para continuar.
‘Siento mucho interrumpir – es sólo que la señora Brown, la señora mayor sentada detrás de mí y que lo está viendo, está un poco preocupada por su salud mental,’ digo, esperando que salga como una pequeña broma. Aunque, ¿hay un modo de preguntar por la salud mental de alguien en broma?
Momentáneamente levanto la vista y veo que la frustración ha abandonado su rostro y fue reemplazada por una mirada de intriga, mientras echa un vistazo detrás de mí, hacia la señora Brown.
‘¿En serio? ¿Por qué? ¿He hecho algo que la ofenda? ¿Comí con la boca abierta? ¿Sorbí ruidosamente mi café?’ pregunta, claramente divertido.
Escucha a la señora exhalar con impaciencia detrás de mí.
‘Está preocupada por el hecho de que ha estado hablando con usted mismo la última hora,’ me obligo a continuar. ‘Según ella  es la primera señal de locura…’
De pronto suelta otra gran carcajada, haciendo que levante la vista del suelo y disfrute su alegre rostro – haciendo que una sonrisa especial se extienda incontrolable en el mío. Una vez que se ha recuperado, se inclina hacia adelante, tranquilamente toma mis brazos, me acerca un poco hacia él y me mira a los ojos mientras dice con voz calmada y baja.
‘Por favor dígale a la querida señora Brown que lamento molestarla. No hay necesidad de llamar a los hombres con batas blancas. Sólo estoy apren–’
Dejo de escuchar.
Algo dentro de mí se sacude y de pronto me mareo y estoy temblando. No puedo detener el miedo. No puedo decirle a mi cerebro que estoy bien. Puedo sentir el pánico crecer en mí, haciendo que se me seque la boca, que la respiración se me corte y me sienta un poco perdida. Estoy clavada en el suelo.
‘¿Estás bien?’ pregunta, su rostro se llena de preocupación.
‘Lo siento…’ trato de decir, pero no sale ningún sonido de mi boca.
‘Oye, estás temblando. ¡Ven, siéntate!’
Antes de que pueda protestar, salta de su silla, acerca otra y lentamente me toma de los hombros y me hace sentarme.
‘¿Puedo traerte algo? ¿Un té de manzanilla?’ pregunta calmadamente antes de correr tras el mostrador hurgando entre las cosas.
Los ruidos que hace preparando el té son intensos en mi cabeza. SWOOOOOOOOOSH. CLANG. CLANG. CLANG. PLOP. TING. TING. TING.
‘Toma, bebe esto,’ dice, acercándose a mí.
Tomo el té y lentamente lo sorbo, tratando de concentrarme en el líquido caliente mientras recorre mi cuerpo, tratando de ignorar el terror irracional que burbujea dentro de mí.
Estoy consciente del extraño mientras acerca su silla a la mía, se estira y toma mis manos en las suyas, lentamente frotando el interior de mis palmas con su pulgar. En vez de asustarme más, tiene el efecto opuesto; se siente tranquilo y calmante, recordándome que estoy a salvo.
Estoy agradecida de que no se me quede viendo. En vez de eso, ambos nos sentamos y vemos nuestras manos. Las mías en las suyas.
Nos sentamos en silencio por algunos minutos.
Lentamente el miedo me abandona y un sentimiento agradable de clama se eleva en mí, haciendo que suspire de alivio.
‘¿Mejor?’ pregunta, su mano deja de frotar la mía, pero no la suelta.
Asiento lentamente. Instantáneamente me siento estúpida y mantengo la mirada en la taza, demasiado humillada para ver a otro lado.
‘¡Qué vergonzoso!’ digo, cerrando los ojos.
‘No, no lo es. No seas boba.’
Lo volteo a ver con otro suspiro. Durante los últimos 5 minutos me he convertido en una idiota temblante. Es más que vergonzoso. Es humillante.
‘Oye… está bien,’ dice, apretando mi mano mientras me sonríe con empatía.
Volteo a ver a la señora Brown y descubro que, gracias al cielo, parece preocupada con un crucigrama. Probablemente ya hasta olvidó haberme enviado aquí – no sabe nada del drama que ocasionó.
‘Adivinando, diría que estabas teniendo un ataque de pánico,’ continúa cautelosamente.
Cierro los ojos y dejo escapar un gemido.
‘¡Oye! Dije que no seas boba,’ dice, apretando de nuco mi mano. ‘¿Te pasa muy seguido?’
‘Solían darme muy seguido. Aunque hace mucho que no tenía uno… y nunca antes me había pasado frente a alguien. Lo siento mucho.’
‘No te disculpes. Sé cómo se siente.’
‘¿En serio?’
‘Si,’ dice, echando un vistazo a la tienda.
No dice nada más sí que no le pregunto nada más. Es suficiente saber que lo entiende de algún modo y que no cree que sea algún tipo de loca o rara.
Cerrando los ojos, trato de enfocarme en la calma. Disfrutando la estabilidad que me da cada respiro.
Aún puedo recordar mi primer ataque de pánico. Tenía once años.
Supongo que podría decir que estaba en un estado frágil – mi mundo se había hecho pedazos en una noche, grandes cambios estaban sucediendo en casa y estaba experimentando sentimientos que nunca antes había sentido. A pesar de esto, estaba decidida a volver a la escuela de inmediato. Creo que mi mamá pensó que me ayudaría, quizá me haría olvidar los problemas en casa. O quizá me quería fuera de su camino para poder lidiar con sus propios pensamientos. Con su propia angustia. Cuales fueran sus razones para hacerme regresar a la escuela, no pude evitar sentir que se deshacía de mí. Desterrada porque no podía soportar verme.
Al despertar ese día me las ingenié para sentirme cómoda en la normalidad de ponerme mi uniforme escolar: una falda plisada gris, playera blanca y suéter verde, calcetas blancas hasta las rodillas y zapatos azules con hebilla, lo mismo que había usado desde mi primer día en Rosefont Hill C of E Primary School. Era familiar. Como sea, cruzar la reja de la escuela, entrar por la puerta principal, caminar por los corredores  hacia mi salón me hizo estar más consciente de que las cosas cambiaron. Me sentía como un alien, diferente a todos en la habitación. Podía sentir los ojos de todos en mí como si estuvieran sorprendidos de verme, sus miradas examinando mi rostro. Buscando señales de mi tormento o culpa.
Incapaz de lidiar con la atención que no quería recibir mantuve la mirada en el suelo mientras mis pies se dirigían a mi asiento. Me senté y observé mi estuche, tratando de ignorar el hecho de que podía escuchar a todos susurrando y sintiéndome continuamente observada.
Mi piel empezó a picar, me sentía incómoda en mi propio cuerpo – quería salir, alejarme de las miradas curiosas.
Me senté quieta y en silencio, queriendo desaparecer.
Mi maestra, la señorita Yates, una mujer rechoncha con mejillas rosadas y un amor por ropa color pastel, entró a la habitación con autoridad, causando que la mayoría de la clase se sentara en sus lugares de inmediato.
‘Buenos días. Siéntense es sus lugares rápidamente, por favor. Silencio, silencio,’ dijo, quitando su rubio cabello de su rostro. ‘Más tarde empezaremos con un nuevo proyecto de pintura, pero antes de hacer eso me gustaría que siguiéramos con el trabajo sobre los Tudor que estábamos haciendo la semana pasada. Jamie, esta es una advertencia – deja de despeinar el cabello de Luke y siéntate,’ gritó, haciendo que el salón guardara silencio y empezara a trabajar.
Estaba complacida. Me gustaban los Tudor – toda la ira, tragedia y pasión que los rodeaba. Saqué mi libro de texto y seguí con el resumen del periodo de los Tudor en el que estaba trabajando – recién había llegado a la parte interesante en la que Enrique VIII inventaba una religión para conseguir divorciarse. Trabajé, inmersa en su mundo, bloqueando el alboroto del resto de la clase.
No pasó mucho antes de que la señorita Yates se acercara a mí y se arrodillara a mi lado, poniendo una mano en mi espalda y la otra en la mano con la que estaba escribiendo, evitando que siguiera moviéndose por la página, alejándome de mi soledad.
‘Sophie, mírate trabajando. Eres una muy buena niña,’ dijo suavemente.
Levanté la vista y la encontré mirándome con ojos grandes y tristes y tuve que desviar la mirada, incapaz de soportar su penosa mirada.
‘Sólo quiero que sepas que si en algún momento quieres hablar sobre lo que pasó, aquí estoy para ti. Para ayudarte de cualquier modo que pueda.’
Para ayudarme de cualquier modo que pueda… era dulce, pero no podía darme lo que yo quería. No podía cambiar lo que había pasado, así que ¿por qué querría hablar con ella?
No hable. Solo asentí lentamente y volví a prestar atención a mi trabajo.
Se quedó ahí por un momento, probablemente insegura sobre si presionarme un poco más o no, antes de parase y alejarse con un suspiro.
No pasó mucho tiempo antes de tener otro visitante en mi lugar; esta vez fue Laura Barber, mi mejor amiga.
‘¿Es cierto?’ preguntó directamente, con terror en el rostro. ‘¿Sobre lo que pasó con tu papá?’
No sabía cómo contestar. Abrí la boca pero no salieron palabras.
Por suerte, la señorita yates me salvó de la conversación. ‘Laura, regresa a tu lugar por favor. ¿A menos de que quieras continuar tu trabajo en el descanso?’ preguntó.
Laura me dio un apretón en el brazo antes de correr de regreso a su lugar.
Me sentí aliviada.
A la hora del almuerzo, no quería unirme a los otros niños en el patio. No quería correr y saltar con alegría y no quería tener que contestar las preguntas de nadie. No quería hablar con ellos. Así que cuando todos dejaron el salón para ir a jugar me quedé, decidiendo trabajar un poco más en mi proyecto sobre los Tudor.
Temprano los habían recogido y guardado en el armario a la entrada del salón para que no los arruináramos cuando estuviéramos pintando.
Estaba en el armario, alcanzando mi libro, cuando todo mi cuerpo se tensó y una imperiosa sensación de devastación se adueñó de mí. Me sostuve en la repisa frente a mí, segura de que el lugar me tragaría.
Iba a morir. Estaba segura de ello.
Lentamente me agaché en el suelo, haciéndome bolita mientras mi cabeza empezaba a marearse, girando sin control.
El silencio a mi alrededor era ensordecedor.
El pequeño espacio parecía alejarse de mí, creciendo. Libros y folders gigantes me acechaban, amenazando con aplastarme.
Una luz blanca me inundó, haciendo que entrecerrara los ojos por la luminosidad.
El final estaba llegando. Sabía que así era.
La muerte venía por mí.
Aunque así como el sentimiento había llegado, se había ido. Reemplazado por un sentimiento de calor y paz.
Seguí hecha bolita con las rodillas en mi pecho, tratando de entender lo que acababa de pasar.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero el sonido de personas entrando al salón y sillas siendo arrastradas en el piso me dijo que el descanso había terminado.
‘¿Estás bien Sophie? Te ves un poco pálida,’ dijo la señorita Yates mientras me alejaba a trompicones del armario.
‘Quiero ir a casa,’ pedí.
Dadas las circunstancias, no protestaron.
No quería que mamá viniera a recogerme, era perfectamente capaz de caminar a casa, especialmente porque caminaba a la escuela diario, pero no me lo permitieron. Así que me senté en el pasillo, mis ojos observando el trabajo de varios niños, y esperé.
Mamá tardó mucho tiempo en venir. Cuando finamente llegó, no me miró. Sus hinchados ojos rojos, sin duda causados por lágrimas frescas, recorrieron la habitación con aprehensión. Le dijo algo a la recepcionista, firmó mi salida y salió por la puerta. La seguí en silencio, en la sombra de una mujer en pedazos frente a mí.
Juré que nunca haría que me recogiera de nuevo. No servía de nada preocuparla más.
En retrospectiva, es claro que el episodio en el armario fue mi primer ataque de pánico, pero en se momento no lo supe. Lo único que sabía es que quería estar tan lejos de otras personas como fuera posible. La única persona que me importaba era mamá… pero ella era la única persona que, aparentemente, no quería hablar conmigo.
 Un fuerte golpe en la puerta y la conmoción de Molly entrando con sus manos llenas de bolsas hicieron que mi atención regresara a la habitación y al hecho de que debería estar trabajando. Nerviosa por mis pensamientos, empiezo a ponerme de pie para ayudarla cuando el extraño me regresa a mi silla.
‘Quédate aquí. Yo la ayudaré,’ insiste, y se dirige hacia Molly.
Sus ojos se abren cuando él se acerca a ella y toma las bolsas de sus manos; claramente está feliz por la ayuda. Pero veo la preocupación en su rostro cuando él empieza a hablarle. Habla demasiado bajo como para que yo escuche, pero una mirada de Molly me dice todo lo que necesito saber. Me está echando de cabeza.
Sorpresivamente, Molly no viene a hacer un drama por mí, en vez de eso apura al extraño detrás del mostrador y hace que la ayude a desempacar las comprar mientras continúan susurrando.

No me permiten hacer nada más el resto de la tarde. A Molly le encantaría que fuera a casa a levantar los pies pero, por una vez, no quiero estar sola en casa. Quiero quedarme aquí. Paso el resto de la tarde (una vez que el extraño se ha despedido) sentada en la mesa con tazas interminables de té de manzanilla, mientras Molly me manda pasteles y dulces – que felizmente como.

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